Recientemente, dos encuestas de opinión ponen sobre la mesa esta lacerante realidad. Ipsos Apoyo Opinión y Mercado (El Comercio, 23/11/2008) recoge que la credibilidad de los abogados alcanza un 20%, seguida de cerca por la de los jueces con un 18% y poco distanciada de la de los políticos con un 5%, quienes en gran número también son abogados. Estos niveles de credibilidad distan mucho de los que gozan los bomberos, profesores, médicos y obreros (93%, 82%, 80% y 78% respectivamente).
Por su parte, la Universidad de Lima reporta que alrededor del 60% de los limeños considera que el nivel profesional de los abogados en el Perú es regular, mientras que el 13% lo califica de malo. A la par el 50% de los entrevistados considera que el principal problema de la administración de justicia es la corrupción, en el que participa tanto el corrupto como el agente corruptor. Normalmente, ambos son abogados (ver: Encuesta).
Ante una situación como esta, no cabe duda que la percepción ciudadana sobre los abogados y la justicia requiere ser revertida prontamente, con miras a que ocupemos un rol verdaderamente preponderante en la sociedad como agente de justicia, y no de lo contrario. Ahora bien, dicho cambio no puede quedarse a nivel de medidas efectistas que ataquen únicamente a la imagen que se tiene de nosotros, sino debe apuntar a las conductas que están detrás: a las prácticas corruptas, el bajo nivel profesional, el lenguaje enrevesado que oculta información, etc.
Esta apremiante necesidad cobra especial relevancia en el contexto de las elecciones de los decanos de colegios de abogados. Para Lima, la plaza más importante del país en estos menesteres, se encuentran en carrera 3 candidatos para las elecciones a realizarse este sábado 29 de noviembre. Wálter Gutiérrez Camacho postula a la reelección en contienda con José Antonio Ñique De la Puente y Víctor Gastón Soto Vallenas.
Lo mismo sucede, por estas fechas, en los distintos colegios de abogados a nivel nacional. Así, estas nuevas elecciones se presentan como una reiterada oportunidad para que los abogados optemos por uno de dos caminos: continuar en nuestra decisión de mantener en picada nuestra la línea de credibilidad u optar por cortar con nuestros males endémicos y trabajar por ganarnos el lugar que nos corresponde en la sociedad.


