Foto: AndinaSi de algo no hay duda en el sistema de justicia peruano, es que la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA) no ceja en su denodado esfuerzo por combatir las infracciones disciplinarias al interior del Poder Judicial.
Así parecerían corroborarlo las cifras publicadas recientemente por el diario El Comercio (01/07/08) en lo referido a la formulación de propuestas de destitución de jueces. De acuerdo a dicha fuente, de enero a junio de 2008 se habría solicitado al Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) la sanción máxima para 33 magistrados, entre jueces y vocales superiores. Este dato mostraría un incremento respecto de la cantidad de destituciones solicitadas en gestiones pasadas. Ello en virtud de que, tal como lo informara otro diario, a lo largo de más de 5 años, entre enero de 2003 y abril de 2008, se habrían planteado 120 de dichos pedidos (La República, 06/05/08). Esto, puesto en términos claros, implicaría que alrededor del 25% de las solicitudes de destitución de jueces de los últimos 5 años y medio se habrían propuesto en lo que va del 2008.
Como puede intuirse, la información publicada resulta difícil de creer, habida cuenta que ni en las predicciones más esperanzadoras se consideraba razonablemente una productividad tan abrumadora por parte de la OCMA. Esto parece confirmarse, toda vez que no hemos encontrado en la página web del órgano de control el respaldo documental correspondiente, puesto que entre enero y junio de 2008 sólo se ha publicado alrededor de la mitad de las 33 propuestas de destitución mencionadas. En ese sentido, sería adecuado que tanto la OCMA como el CNM realicen un ejercicio de transparencia y difundan en sus páginas web, información desagregada sobre el particular, de modo que pueda corroborarse el número de propuestas de destitución de jueces formuladas, así como su trámite y resultado.
Sin embargo, más allá de la precisión de estas cifras, existe una preocupación latente: posteriormente a lo visto en el caso Romero, ¿el Consejo Nacional de la Magistratura puede dar una respuesta adecuada a los múltiples pedidos de destitución formulados por una Oficina de Control de la Magistratura que no baja la guardia en su lucha contra las inconductas disciplinarias? O dicho sin tapujos, ¿el CNM está a la altura de la OCMA? La respuesta a esa interrogante no se puede precisar, aunque vale la pena indicar que el caso Romero resta esperanzas a lo que vaya hacer el CNM.
Ahora bien, la historia reciente nos enseña que entre el 2003 y 2007, 3 de cada 4 propuestas de destitución de la OCMA eran acogidas por el Consejo y que en los casos en que ello sucedía, casi la totalidad de imputaciones eran asumidas. Sin embargo, estamos ante una OCMA mucho más productiva y menos trémula al solicitar la máxima sanción para sus pares y ante un consejo post Romero, del que no puede decirse lo mismo.
Por otra parte, contrariamente a la línea de institucionalizar a la OCMA –puesto que nada garantiza que en próximos años contemos nuevamente con una jefa que, siendo magistrada, rompa abiertamente con el clásico “otorongo no come otorongo”–, el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial renovó por séptima vez la vacatio legis del reglamento que incorpora con voz y voto a la sociedad civil en dicho órgano de control. Así lo dispone la Resolución Administrativa Nº 183-2008-CE-PJ publicada el jueves 26 de junio pasado, la misma que condiciona cualquier actuación del Poder Judicial sobre el particular (por ejemplo, una modificación reglamentaria) a una innecesaria definición a nivel congresal.
En fin, como puede verse en cuanto al control disciplinario de magistrados hay mucho pan por rebanar (además de los aspectos tratados encontramos, por ejemplo, la aprobación de un nuevo reglamento de procedimientos disciplinarios ante el CNM, la mejor tipificación de las faltas tal como lo propone el dictamen de Ley de carrera judicial, etc.). Por ello es positivo que estos temas se debatan, trabajen e implementen de cara a la opinión pública, a fin de que reciban el impulso que se necesita para alcanzar un sistema que combata de mejor manera la corrupción y las demás infracciones disciplinarias que aquejan de antaño a nuestro Poder Judicial.